lunes, 14 de noviembre de 2011

Siempre conectados

Siempre conectados

Comentaba con unos colegas profesores porqué hay tantos alumnos que durante la clase consultan el celular para ver si tienen algún mensaje de Facebook o por lo menos un mail de amigos. Una de las hipótesis, que preferimos desechar por obvias razones, es que la clase no fuera interesante. Otra opción es que realmente esos jóvenes no pueden desconectarse de un flujo constante de pequeños, pero incesantes estímulos.
Antes tenía uno que ir a una computadora para recibir mensajes, y si uno no era profesional de las computadoras, ocurría como una vez al día, pero los celulares "inteligentes", con su conexión permanente a internet, abren la posibilidad de estar siempre conectados. Y si todo fuera recibir emails, podría bastar consultar un par de veces diarias, pero el Facebook lleva las cosas a otro nivel.
No se si técnicamente se puede calificar de adicción la necesidad de estar siempre conectados -aunque hay estudios que afirman que es el caso- pero lo que es seguro es que en esta época es más difícil concentrarse por largos períodos de tiempo que en otros tiempos.
En efecto, si tienes una buena cantidad de amigos en Facebook, pasada una media hora puedes estar completamente seguro que alguien hizo un comentario, o que le gustó un mensaje, o que identificó a alguien en una foto, o… la lista es interminable. Entonces, si te habitúas a estar continuamente viendo qué hay de nuevo, de pronto concentrarse más de media hora en clase sobre el algoritmo de Dijkstra resulta una hazaña irrepetible.
No quiero discutir si es mejor idea confiscar los celulares al entrar a clase, o hacer las clases tan extraordinariamente divertidas que sean mucho más atractivas que los chismes del momento. Lo que quiero comentar es más bien que estamos empezando una época en que, al estar siempre conectados, la posibilidad de distraernos con nimiedades está literalmente al alcance de la mano.
Nicholas Carr escribió un artículo -y luego hasta un libro- sobre como el Internet nos está "haciendo estúpidos". Más allá de que sus escritos son intencionalmente provocadores, su tesis es que el uso del Internet está haciendo que cambien nuestros hábitos mentales, y que cada vez somos menos capaces de concentrarnos por períodos largos, por ejemplo leyendo un libro.
Tras las borracheras de navegación por páginas web vinieron el Twitter y el Facebook, en los que la lectura se limita ya no a minutos, sino a segundos. Qué concentración se requiere para leer chismes en Facebook? Y no solo está la incapacidad de concentrarse, sino la necesidad compulsiva de "checar" qué hay de nuevo en las redes sociales.
Cierto, tenemos las películas, en las que por hora y media estamos concentrados en una historia. Pero en los cines he visto muchas pequeñas pantallas brillantes en los asientos adelante, con sus dueños haciendo cortes a media película no vaya a ser que haya un comentario de Facebook del que no se enteren en los cinco minutos siguientes...
La vida siempre conectados tiene sus ventajas, pero las amenazas de su abuso no son algo que preocupe a los vendedores de "gadgets", al contrario. Esas maravillas adictivas no vienen con su antídoto incluído.

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